Sentada frente al mar, aferrada a una vieja lata de chapa oxidada, se encontraba ella, en donde lo único que interrumpía aquel acogedor silencio, era el sonido de la marejada. Ese movimiento tumultuoso de las olas y ese olor tan característico, era todo lo que necesitaba para evadirse, -pese a que esta vez no lo consiguiera-. Aun así, simplemente esa sensación de libertad al ser rozada por el suave viento marino, le valía la pena. Se desprendió de aquella caja por un momento, y sacó del bolsillo de su chaqueta un MP3, ya bastante antiguo, de esos que no tienen ni pantalla... Una vez encendido y con los cascos puestos, volvió a coger la lata. Pero al cabo de unos minutos, las lágrimas que yacían de sus ojos recorrieron sus mejillas al escuchar aquella frase: "Dejar de ser el socio, fiel y desaliñado, acérrimo en las gradas del deportivo fracaso..." Decidió pasar la canción y en ese momento abrió la tapa de esa caja. No contenía gran cosa, a simple vista una simple piedra y un trozo de papel, pero no era sólo eso... Esa "roca" era la mitad de un corazón, y el pedazo de papel, eran las últimas palabras que él le escribió, con ese "te quiero" bien marcado.
Jamás se desprendería de esa vieja lata.
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